Finalmente me siento con ánimos de hablar de esto, y este post te lo quiero dedicar a ti.
Hace seis años tuve la fortuna de conocer a una bella persona, a una persona que cambiaría mi vida para siempre.
Ella fue una especie de amor platónico cuando éramos chicos (al mismo tiempo nos odiábamos). Pero el destino es tan cabrón a veces que nos da una cachetada con guante blanco; para mi cumpleaños número 16, ya tendría el gusto de llamarla mi novia.
Yo 16 años, ella 14; -para los que leen con atención ya sabrán mi edad actual- era un amor tan torpe, tan ñoño, tan inocente, tan absolutamente hermoso. Juntos logramos detonar lo mejor del otro y crecer enormemente como personas, y es eso precisamente lo que quiero recordar.
Soy muy feliz por todo lo que fuiste y nos permitiste ser. Eso es algo que me voy a llevar conmigo, como un hermosísimo recuerdo. Siempre te voy a agradecer que me hayas enseñado a creer en mí, que me hayas levantado cuando caí. Todos tus detalles, tus enojos, tus “#%”&/dos” tus actitudes de “machorrona”, en fin; todo lo que te compone (incluso el hecho de que hasta el momento hayas encontrado como 27 errores de puntuación y/o gramática).
Siempre te voy a reconocer como la dama que eres, tu honestidad (a veces demasiada), tu carácter, tu sentido del humor, tu risa descontrolada de “burro poseído”, en fin, por mucho que escribiera me quedaría corto.
Me siento muy orgulloso de ti por cómo te dejo, no dejo a la chamaquita inocente de brackets con su pelo relamido y fleco durísimo. Dejo a la mujer madura, fuerte, centrada (dentro de lo que cabe, tampoco te la creas mucho), a la mujer que aprendió a decir “no” y luchar por lo que quiere, y con todo el cariño que te tengo, te deseo lo mejor.
El día de hoy soy quien soy gracias a que alimentaste mi ser con tu alma tan bella y tan pura, gracias a que tuve la mejor compañía en mi transición de niño a hombre (…sí, hombre…) y sobretodo, gracias a que incluso después de ser mi pareja me sigas enseñando que la vida sigue.
Hoy soy muy feliz, aprendí a quererme y a vivir con ese compañero que me mira despeinado frente al espejo todas las mañanas, y que por más que lo evite, me seguirá toda la vida. Es momento de cerrar un capítulo de mi vida para recordarlo con cariño, y no extenderlo hasta que deje de ser interesante.
Finalmente, si lees esto y no eres “Ella” (y casualmente vives una situación así) te recomiendo que no te aferres a lo imposible, que aprendas que es mejor dejar volar a esa hermosa ave, que sostener en tus manos una rosa marchita.
Gracias : ).